Ediciones ARQ

Sur

Esta es una pregunta simple en principio: Â¿A quÃ© se dedican los arquitectos? En el contexto actual de cambios permanentes y â€“al menos en Chileâ€“ con una sobreoferta creciente de profesionales de la arquitectura que al libre mercado le llevarÃ¡ un buen tiempo equilibrar, quizÃ¡s la pregunta debiese ser mÃ¡s bien Â¿a quÃ© puede dedicarse un arquitecto hoy?

El siglo xx continuÃ³ una larga tradiciÃ³n que entendiÃ³ la arquitectura como un asunto de objetos, nociÃ³n hoy cuestionada desde casi todos los flancos. Actualmente, y en una esperable reacciÃ³n pendular, la palabra «paisaje» aparece en cambio inundando la mayor parte de los sitios web, anuarios y prospectos emitidos por las escuelas de arquitectura alrededor del mundo, y concentra las miradas en las posibilidades del diseÃ±o territorial y urbano. Sin embargo, este desplazamiento de intereses no debiese entenderse desde la visiÃ³n convencional que opone â€“o enfrentaâ€“ la arquitectura â€œde objetosâ€ al entorno que le sirve como telÃ³n de fondo; por el contrario, probablemente abre la puerta para revisar y tal vez desmantelar la aparente dicotomÃa de negativos v/s positivos que ha acompaÃ±ado el diseÃ±o de formas.

En otras palabras, los arquitectos serÃan responsables de lo que se construye y de lo que no; de las presencias y de las ausencias, de espacios ocupados y tambiÃ©n de los espacios vacÃos, que ya no serÃan apenas el fondo para una figura cuidadosa y, en los mejores casos, cultamente diseÃ±ada.

Nicola Russi lo expone en su texto «Building context: when architecture becomes the background». El proyecto de arquitectura tendrÃa, en esta redescubierta realidad, el derecho de proponer y diseÃ±ar «todo», incluyendo su propia ausencia, en un campo de acciÃ³n reciÃ©n inaugurado donde es inviable pensar en oposiciones entre edificios, paisajes y ciudades; la arquitectura desaparece, tal como la conocemos, para integrarse al telÃ³n de fondo que compone lo que conocemos como cultura.

La selecciÃ³n de obras y lecturas de este nÃºmero, presentadas en una cadena alternada, sin distingos entre teorÃa y obra, intenta estimular la discusiÃ³n en torno a ideas y proyectos donde se borronean los bordes entre la figura y el fondo.

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Sumario

Editorial. Edificios, paisajes, ciudades / Patricio Mardones

Portafolio GalerÃa AFA

La Comunidad / Ãlvaro OyarzÃºn

Lecturas, obras y proyectos

Antarctica: Dead Reckoning / Pedro Alonso, Ignacio GarcÃa Partarrieu, Arturo Scheidegger

JardÃn de Niebla / Rodrigo PÃ©rez de Arce y equipo

El ajardinamiento del geÃ³rgico / PÃa Montealegre

El jardÃn de los senderos que se bifurcan / Beals + Lyon arquitectos

Las calzadas de las aguas de la Ciudad Abierta de Amereida / Fernando EspÃ³sito

Miradores El Convento / Ricardo Atanacio

Un hotel para contener el sur / Rodrigo Booth, Cynthia LavÃn

Proyecto de TÃtulo: Artefacto NÂº1 / Alfredo Thiermann

Urbanismo expositivo experimentado desde la modernidad miesiana / Laura Lizondo, JosÃ© Santatecla-Fayos, Ignacio Bosch-Reig

Centro Cultural Sao Paulo / Eurico Prado Lopes, Luiz Benedito Castro Telles arquitectos

Dossier tÃ©cnico ARQ

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Chile, como cualquier paÃs lejano a Europa, es propicio para alentar en los europeos (y no tanto en los norteamericanos), esa ensoÃ±aciÃ³n de pensar en lugares ajenos a los asuntos de su contemporaneidad que les proporciona tanto comodidades como tambiÃ©n problemas y amenazas. Entonces descubren en nosotros «la medida del hombre en la naturaleza», «arquitecturas primarias», «la nitidez y la libertad de las arquitecturas genuinas que nos seducen». Eligen obras pequeÃ±as y rurales. Ninguna obra urbana. Es aÃºn una mirada que recuerda a sus cartografÃas del siglo XVII sobre estas tierras incÃ³gnitas y a medio descubrir.

Lo cierto es que estamos en territorios casi deshabitados pero con una poblaciÃ³n urbana, en Chile, de un 87%. Las grandes aglomeraciones urbanas no estÃ¡n en Europa sino en nuestros paÃses: en Santiago estÃ¡ concentrado un tercio de la poblaciÃ³n total de Chile. Pero esas obras de arquitectura urbana que pudieran competir con las suyas, no les interesan. Pero sÃ las obras rurales, delicadas, efÃmeras quizÃ¡s, les despiertan un cierto paternalismo.

Este nÃºmero pareciera querer darles la razÃ³n a los europeos en cuanto a ruralidad.

La selecciÃ³n coincide en varios de los casos con obras de poca o ninguna filiaciÃ³n formal reconocida. Y esto como una comprobaciÃ³n â€“casi a posterioriâ€“ de la decisiÃ³n al elegir los arquitectos y sus obras. Y el hecho de este inclasificable conjunto nos pareciÃ³ lo mÃ¡s interesante. El que varios de los arquitectos parecieran recurrir a sus propias experiencias y observaciones, creemos, es una muestra de madurez que parecemos estar adquiriendo en este sur. Pero no necesariamente derivada de su naturaleza.

Si bien es cierto que esta «geografÃa viva y desmesurada» y no «el mundo parcelado y recortado» de los europeos estÃ¡ presente, es sÃ³lo el invento de estos arquitectos que hace que esa naturaleza imite a la arquitectura, y no al revÃ©s, como dijo Wilde del arte. Es la arquitectura que nos cualifica esa naturaleza y asÃ la podemos ver, desde nuestros inventos, igual como ocurre en cualquier parte.