Paisajismo en el valle central
La acumulación de nieve en la cordillera ha permitido a lo largo de cuatro siglos la formalización de múltiples canales, que llevan las aguas de los deshielos a los campos en las zonas planas del valle en un sistema de agricultura intensiva que ha ocupado todo el valle, transformándolo en un extenso oasis. Una intensa red de caminos, ciudades y pueblos ha ido concentrando en este valle la mayor población de Chile, en un sistema casi conurbanizado de doce millones de habitantes.
Ciudades herederas de los caminos agrÃcolas, con calles arboladas y casas de extensos patios, habitaron este extenso valle en un continuo entre los centros urbanos y los campos. Hoy en dÃa la extensión indiscriminada de las periferias urbanas, los caminos transformados en autopistas y la industrialización de las explotaciones agrÃcolas van dejando a los espacios naturales compartimentados como islas discontinuas; los cerros que los limitan se explotan en actividades marginales de extracción de leña, minerÃa y pastoreo. En años recientes, tanto las ciudades como una agricultura con nuevas técnicas de riego han ido trepando por los cerros. Los proyectos de paisajismo abordados en estos años en este territorio y presentados aquà se encuadran en la ocupación sustentable del valle, de modo que la naturaleza pueda vivir en las ciudades y los campos industrializados.
En este clima de aguas escasas, suelo y agua son la materia fundamental de estos proyectos, que se deben entender como procesos que no son instantáneos; contrariamente, se realizan y concretan pausadamente en el tiempo.
Agua
Parte fundamental de estos procesos del paisaje es el agua. El agua en esta zona tiene dos formas fundamentales: lluvia y nieve.
Las lluvias se acumulan en unas pocas tormentas anuales, generalmente cortas, intensas y concentradas en la época más frÃa del año, con promedios anuales cercanos a los 300 mm. Debido a la falta de humedad habitual, las cuencas de esta zona tienen una gran capacidad de infiltración en las primeras capas del suelo, pero a su vez la falta de humedad y escasa vegetación hace que los suelos sean extremadamente vulnerables a la erosión. Estas lluvias son difÃcilmente aprovechadas por la vegetación por cuanto ocurren en los periodos frÃos o de latencia de la gran mayorÃa de las especies; por otra parte, las precipitaciones se acumulan en gran cantidad en la cordillera como nieve, la cual es aprovechada en los periodos cálidos para riego, conducida a través de canales.
Hacer presentes estos procesos, dándoles visibilidad, es una oportunidad de diseño para el paisajismo. Por una parte, retener, conducir e infiltrar las aguas lluvia en el suelo da la oportunidad de crear cauces y corredores verdes, que al hacerse presentes como elemento en el territorio son capaces de estructurar grandes áreas, parques, barrios, pueblos y ciudades, asà como zonas agrÃcolas. Ejemplos de esto son el rÃo Mapocho en Santiago y su sucesión de parques ribereños; los corredores ecológicos para viña Los Robles y el parque central de la urbanización de La Reserva.
En nuestras ciudades, que se expanden por el territorio ya urbanizado por la agricultura o por las pendientes de cerros y contrafuertes cordilleranos, estos cauces –artificiales o naturales– son oportunidades para la incorporación de áreas verdes en la forma de corredores capaces de unir ciudad y paisaje.
La principal lección del agua en la naturaleza es su almacenamiento: nieve, lagos, rÃos, pantanos y napas subterráneas son las formas de acumular el agua dulce. Allà donde el agua se detiene manifiesta su cualidad esencial que es servir a la vida; al contrario, cuando escurre, rápidamente actúa en favor de las fuerzas negativas intrÃnsecas al sistema, inundando o erosionando los suelos.
En general los esfuerzos de la urbanización tratan el agua como un problema del cual hay que deshacerse con rapidez. Por el contrario, en estos proyectos se trata de transformar un problema de infraestructura en un tema de estructura, desacelerando las velocidades de flujo, evitando la erosión e incorporando el cauce a los sistemas de áreas verdes para infiltrar el agua proporcionando reservas para el crecimiento de las plantas. El trazado de los cauces toma la forma del agua en la naturaleza, el diseño crea meandros que alargan el recorrido y disminuyen naturalmente la pendiente y la velocidad del agua.
En la mayor parte de los casos, lo ideal serÃa no intervenir los cauces; sin embargo, cuando la urbanización avanza disminuye la capacidad de los suelos aledaños de infiltrar naturalmente el agua, por lo que pueden producirse eventos muchas veces catastróficos. Pequeños diques que forman saltos o caÃdas disipan la energÃa y atrapan el agua, creando un ambiente favorable para la introducción de ciertas plantas que a su vez ayudan a disminuir el flujo, creándose un cÃrculo virtuoso de vida.
Suelo
La topografÃa define las pendientes de los suelos y, por lo tanto, la capacidad de éstos de hacer escurrir o almacenar el agua. Los terrenos altos y con pendientes mayores tendrán mejor drenaje y serán más secos; por el contrario, los terrenos bajos y planos tenderán a acumular el agua y serán más húmedos. También la topografÃa determinará cómo es la incidencia de los rayos solares sobre el terreno y por lo tanto su capacidad de calentarse y de evaporar la humedad: estas condiciones del suelo serán determinantes en el tipo de vegetación que se usará en cada caso. Cuando se trata de intervenciones en grandes superficies es muy difÃcil modificar el suelo y su topografÃa, sin embargo en intervenciones urbanas o de tamaño medio a menor estos elementos son el primer objeto de diseño.
El agua proveniente de la nieve, conducida por diversos medios, también se puede controlar. Se trata que el agua no imite a la lluvia: que no moje indiscriminadamente, sino en forma controlada de modo que al igual que lo hace la técnica para teñir textiles del shibori (teñido en reserva), sea conducida con precisión a puntos o lugares especÃficos del suelo. De este modo, se puede dibujar o diseñar con ella.
Diseñando la topografÃa y controlando los aportes de agua, el suelo puede trabajarse a la manera de los antiguos parterres. Los parterres, al contrario que el jardÃn a la inglesa que tiende a imitar la naturaleza, trabajan con técnicas de la agricultura y con la composición, al igual que el arte, para crear un artificio geométrico con vegetales y minerales en reemplazo de la cubierta de césped continuo. El patio de Quitralmán, con caminos de piedra laja, superficies de huevillo y especies perennes y los suelos acorazados de piedra local alrededor de las bodegas de la viña Los Robles son ejemplos de suelos protegidos con piedras y plantas. Estos suelos ofrecen la oportunidad al diseño de incorporar distintas artesanÃas para la realización de pavimentos, en los cuales el dibujo de las diferentes baldosas, piedras, huevillos y adoquines protegen el suelo al mismo tiempo que proporcionan direcciones y superficies para el tránsito de peatones y vehÃculos.
Programa. La plaza, el paseo y la cancha
Estas tres palabras definen tanto los espacios, su uso y carácter como el sentido de los espacios públicos de nuestras ciudades y campos. La plaza tiene un carácter central, es el lugar en donde la autoridad se relaciona con los ciudadanos y estos entre sÃ; está en la fundación de nuestras ciudades y pueblos. El paseo es el conjunto de los caminos que conquistan y abren el territorio: el lugar donde caminar y deambular es una actividad social, no un mero circular. Alamedas y paseos aparecen conjuntamente con las acequias, que permiten regar hileras de árboles a los lados de los caminos. Hoy ciclovÃas, caminatas y circuitos deportivos deben ser actividades incorporadas al paseo. La cancha es un espacio abierto, relativamente plano e informal, lugar de reuniones masivas, picnic, volantines y juegos de los más diversos tipos. Tradicionalmente se usan cuando están cubiertos por el pasto de primavera cuando hay sol y las temperaturas son aún bajas. Estos tres lugares deben tener sombra para nuestros veranos calurosos y secos.
En esta costa occidental de América, el sol ilumina en forma diferente cada uno de los valles: en las tardes la cordillera se ilumina con el sol, ofreciéndose a la contemplación en un espectáculo cambiante mientras las brumas y los vientos provenientes de la corriente de Humboldt penetran por los valles desde el PacÃfico y tiñen los cielos en prolongados y frescos atardeceres. Son las mejores horas para el goce del paisaje y el aire libre.
Publicado en
Teodoro Fernández | Arquitectura en el paisaje
Diciembre 2012
ArtÃculo realizado por
Teodoro Fernández. Arquitecto, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1972. PostÃtulo de Arquitectura del Paisaje, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1991. Desde 1991 es profesor de Taller en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Entre sus obras recientes están el proyecto de la Scuola Italiana en San Carlos de Apoquindo, la remodelación de la casa y parque Las Majadas en Pirque, la remodelación y el cinerario del Cementerio Católico de Santiago, el edificio de la Facultad de TeologÃa de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el Parque Bicentenario de Vitacura y el Parque del Estadio Nacional.
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