Senderos en el bosque urbano

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Senderos en el bosque urbano, el texto que el lector podrá disfrutar a continuación, refleja el pensamiento detrás de quien lideró el último ciclo de lo que me atreveré a llamar «la Escuela de Providencia». Es preciso considerar el contexto en el que las nuevas generaciones de urbanistas debemos operar, para asignarle la pertinencia que le corresponde a estos «senderos».

Se trata de un momento de caída de los viejos paradigmas que situaban y entregaban coordenadas a nuestra práctica,
especialmente en lo referente a la planificación urbana: la aniquilación en Chile del Estado del Compromiso y todo intento desarrollista hace ya décadas, se acompaña hoy de un severo cuestionamiento al Estado neoliberal, con su desrregulación y negación del pensamiento sobre el futuro. Este panorama no es un asunto meramente nacional, sino que global. Se trata de la desestructuración de nuestras coordenadas profesionales, en cuanto al poder de la planificación urbana, que nos dejan sin paradigmas, metodologías y lógicas de proyecto a los cuales recurrir con la seguridad de las generaciones que nos precedieron.

Como bien dijo el ex ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil (durante el segundo gobierno del presidente Da Silva), profesor Roberto Mangabeira Unger (2010), el camino ante la desestructuración doble –de los ámbitos de acción pública y de los paradigmas sobre el desarrollo– es avanzar en un «experimentalismo» democrático, una especie de símil de la i+d (investigación y desarrollo) del mundo de la empresa, pero ahora desde el Estado y los espacios de acción colectiva. En un ejemplo que sigue esta línea, la nueva generación de urbanistas ha visto en el «urbanismo táctico» una forma de basar su práctica en el experimentalismo para la innovación: el esfuerzo intelectual y productivo por hacer avanzar nuestras ciudades hacia nuevas fronteras parece estar en un momento de investigación para la acción, de análisis del campo de juego, de preparación.

Jaime Márquez entrega un marco conceptual a una práctica del urbanismo que entiende a los profesionales de la ciudad como agentes del interés general: hombres y mujeres de lo público. Si bien esta forma de entendernos se basa en la ética, no se restringe a la reflexión en torno a esta, sino que implica un importante despliegue práctico-metodológico. A mi juicio, el autor es un ejemplo de un tipo de práctica «catalizadora» en diversos frentes de trabajo que se complementan entre sí: 1) la planificación urbana desde el estudio y determinación de normas urbanísticas; 2) el diseño y gestión de proyectos que abordan el detalle de los espacios urbanos, con especial énfasis en la cualificación del espacio público contemporáneo; 3) la permanente reflexión teórico-práctica sobre el desarrollo urbano metropolitano y local; 4) la conformación de una unidad productiva basada en un equipo de trabajo que construye ciudad desde el Departamento de Asesoría Urbana de Providencia; 5) la participación en la disputa por las «reglas del juego» de la disciplina, tanto en la discusión de las leyes y normas de carácter nacional, como a través de la participación gremial; 6) la articulación de un discurso público, en su momento, desde la plataforma de la revista del Colegio de Arquitectos.

Planteo la hipótesis de la existencia de una Escuela de Providencia, construida sobre estos seis pilares. Si Germán Bannen fue el precursor del primer periodo iniciado en la década de 1960, el nuevo contexto político-económico chileno de la década de 1990 marca una etapa liderada por Jaime Márquez. Actualmente, el retiro de este último y la llegada de nuevos referentes –en un contexto de activación del capital sociopolítico de Providencia– podría constituirse en una nueva etapa, con una mirada basada en el desarrollo urbano sustentable y la producción participativa y equitativa de la ciudad.

El presente libro surge en un contexto de cambio. Se intersectan las trayectorias de vida del autor con un cambio
político en Chile, transformado en emblema en Providencia. Estas coincidencias nos llevan a preguntarnos –como de vez en cuando ocurre en nuestra historia– por la relación entre los paradigmas disciplinares y el contexto político en el que se insertan. Jaime Márquez lee y explica muy claramente la relación entre los urbanistas, el poder y el pueblo. Al identificar la idea original del «demiurgo», que une el accionar de la cabeza y las manos, y que se sitúa entre los gobernantes y el pueblo, el autor ilustra metafóricamente los dilemas y espacios de riesgo y oportunidad que enfrenta nuestra práctica diaria.

En ese contexto, el planteamiento de la hipótesis de la existencia de la Escuela de Providencia es un reconocimiento al trabajo del autor, y una declaración de la voluntad de continuar por estos mismos senderos en el bosque urbano. No se trata, a diferencia de la Escuela de Valparaíso –de donde proviene tanto Jaime Márquez como Germán Bannen– y de la más reciente experiencia de la Escuela de Talca, de un espacio académico situado en una institución universitaria particular. Se trata, en cambio, del reconocimiento del núcleo intelectual y productivo de la Municipalidad de Providencia, dentro del tejido enriquecido con capital sociofísico (Knudsen y Clark, 2013) en el territorio de la comuna.

Yo mismo, siendo parte de los «recién llegados», debo y quiero declararme parte de esta escuela, la escuela de Jaime Márquez, Germán Bannen y un equipo multidisciplinario particular articulado como pocas veces en un gobierno local.

Plantear la hipótesis de una Escuela de Providencia por fuera del ámbito meramente académico pretende reconocer la nueva mirada que desde la teoría nos habla sobre la «ciudad como una máquina de aprendizaje» (McFarlane, 2011) o
desde la práctica, que establece referentes como el Centro de Pedagogía Urbana de Brooklyn (Moore, 2013). Reconocer la necesidad del experimentalismo implica también reconocer un cierto componente pedagógico vinculado con la generación de nuevo conocimiento en los procesos de innovación en la producción de ciudad. A su vez, la transferencia de dicho conocimiento resulta necesaria para los urbanistas cuando hacemos participar a la ciudadanía. ¿Es entonces pertinente utilizar la palabra «escuela» para un centro de acción e innovación en la producción de la ciudad? La hipótesis queda lanzada y su verificación tendrá que darse en la práctica.

La Escuela de Providencia, en el periodo liderado por Jaime Márquez –tal como ocurrió al iniciarse su periodo respecto de la Nueva Providencia y la Ciudad Jardín de Germán Bannen–, nos hace herederos de un esfuerzo centrado en la elaboración de un pensamiento propio desde este espacio de acción pública local. Adicionalmente, dejó a disposición del debate y la práctica urbana nacional una serie de dispositivos urbanísticos y estrategias que fueron vanguardia y que hoy son de especial utilidad para la transición que requiere nuestro modelo de desarrollo. Para ilustrar este enfoque quiero referirme fundamentalmente a dos proyectos: el Plan de Ciclovías y el Corredor de Transporte Público oriente-poniente para Avda. Providencia y Avda. Nueva Providencia.

En el primer caso, gracias a la infraestructura ciclo-vial segregada, pionera en su momento (fines de la década de
1990), sumado a las características de localización de centralidades en la comuna y a un importante cambio demográfico producido a finales de la década de 2000, se ha llegado a un aumento por sobre el veinte por ciento en los viajes diarios realizados en bicicleta. La discusión de nuevos estándares en infraestructura para este modo de transporte se debe en gran medida a las lecciones de la experiencia en Providencia, liderada por Jaime Márquez y su equipo. Las respuestas a las preguntas en este nuevo ciclo de nuestra escuela, serán construidas sobre esta base. Los urbanistas, de esta manera, han construido un nuevo valor en el territorio, con un alto impacto social, económico y cultural.

En cuanto al caso del Corredor de Transporte Público oriente-poniente para Avda. Providencia y Avda. Nueva Providencia, se trata de un proyecto desarrollado personalmente por Jaime Márquez, que presenta una alternativa real para el mejoramiento del transporte público metropolitano. Hoy, las autoridades nacionales en la materia han incorporado el proyecto entre sus prioridades.

El desafío del transporte público en buses de superficie enfrenta un obstáculo fundamental en el distrito financiero de Santiago, constituido por la intersección entre las comunas de Providencia, Las Condes y Vitacura, puesto que en sentido oriente-poniente y norte-sur se llega a una concentración radial de las principales vías metropolitanas. Esto, sumado a la densidad, construcción en altura y estrechez de los perfiles de las avenidas afectadas, implica que la congestión producida por los automovilistas afecte a los ciudadanos que se desplazan ida y vuelta diariamente hacia sus residencias en la periferia norte, sur y poniente en bus, con la imposibilidad de instalar en el sector los perfiles de corredores segregados que permitan asegurar un estándar apropiado de tiempos de desplazamiento.

Gracias a la simple constatación de la necesidad de incorporar la apertura de puertas por el lado izquierdo de los buses, el diseño propone ahorrar el ancho necesario para los andenes de carga y descarga de pasajeros, de tal manera de hacer posible el corredor sin requerir expropiaciones ni eliminación del patrimonio arbóreo. Los estudios y simulaciones han permitido demostrar que podemos acercarnos a reducir hasta en un cincuenta por ciento los tiempos de desplazamiento del transporte público.

Se trata de la ciudad como laboratorio, como espacio pedagógico y como terreno de innovación. Las bases pioneras de la etapa que se cierra en la Escuela de Providencia nos permiten proponer una nueva etapa, centrada en el entendimiento del espacio público como el campo donde construir estrategias de desarrollo fundadas en la sustentabilidad, la participación y la equidad.

Una de las consecuencias de la mirada presentada en los párrafos precedentes apunta a recordar que los espacios de movilidad, transporte e inter-modalidad deben ser objeto de diseño, con la calidad de vida de las personas como centro. La nueva etapa que enfrentamos nos lleva a combatir la mayor injusticia de nuestros tiempos en el espacio público: las ciudades están pensadas y construidas para una minoría privilegiada, cuyo principal modo de transporte es insustentable en lo económico, social y ambiental. Tal como he planteado en otro texto: «Según las últimas cifras que arrojan las encuestas de origen-destino, en Santiago, el 22,1% de los viajes diarios se realizan en transporte motorizado privado, en Concepción el 12%, y en Valparaíso el 17%. Estas cifras para otras ciudades son 22% para Arica, 15% La Serena-Coquimbo, 25% Antofagasta, 32% Rancagua, 20% Talca, 18% Chillán, 21% Temuco, 22% Valdivia, 29% Puerto Montt y 33% Punta Arenas. Esto quiere decir que los viajes en transporte público, a pie, en bicicleta y otros implican entre el 67% y el 88% de los viajes realizados en las ciudades chilenas (Valenzuela, 2011).

Adicionalmente, a medida que aumenta el ingreso de los hogares, la tenencia y uso del automóvil aumenta exponencialmente. El espacio público debe ser construido para todos y con una mirada centrada en el desarrollo sustentable. La mirada de Jaime Márquez entrega algunos antecedentes para pensar en cómo intervenir la ciudad para perseguir el desarrollo sustentable y equitativo.

En el texto que el lector está a punto de revisar no se llega a estos detalles. El marco conceptual y ordenamiento de ideas que se plantea es fundamentalmente una forma de insertar nuestra presencia y nuestro trabajo en el mundo. Estas palabras preliminares buscan simplemente ser una manifestación de parte de quienes nos reconocemos parte de la misma Escuela de Providencia que el autor contribuyó a construir, así como también explicar la validez que arroja su experiencia, que esperamos proyectar hacia el futuro.

La-Escuela-de-Providencia-Introduccion

La-Escuela-de-Providencia

Publicado en

Senderos en el bosque urbano
Diciembre 2013

Artículo realizado por

Nicolás Valenzuela Levi. Arquitecto y magíster en Desarrollo Urbano, Pontificia Universidad Católica de Chile. Director de la Secretaría Comunal de Planificación de Providencia, bajo cuyo cargo se encuentra el Departamento de Asesoría Urbana. Profesor instructor adjunto Área de Urbanismo Escuela de Arquitectura UC.

Bibliografía

KNUDSEN, Brian B. y CLARK, Terry N. (2013). «Walk and Be Moved: How Walking Builds Social Movements». Urban Affairs Review, June 9, 2013.

MANGABEIRA UNGER, Roberto (2010). La alternativa de la izquierda. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

McFARLANE, Colin (2011). «The city as a machine for learning». Transactions of the Institute of British Geographers, New Series, vol. 36, No. 3 (July 2011), pp. 360-376. London: Wiley on behalf of The Royal Geographical Society (with the Institute of British Geographers).

MOORE, Jacob (2013). «Las ganancias del diseño: el centro de pedagogía urbana de Brooklyn». Revista Materia de Arquitectura, No. 6, pp. 35-43. Santiago: Universidad San Sebastián.

VALENZUELA, Nicolás (2011). «Políticas urbanas para ciudades igualitarias». En: Lagos, R. y Landerretche O. (eds.). El Chile que se viene: ideas, miradas, perspectivas y sueños para el 2030. Santiago: Catalonia.