Quitralmán

Paisajismo en el valle central

La zona central de Chile, una sucesión de valles que avanza de norte a sur a lo largo de 500 kilómetros, en la costa sur occidental de América, se caracteriza por su clima semiárido influenciado por la corriente de Humboldt. Las lluvias generalmente son escasas, concentradas en los meses fríos que se acumulan como nieve en la cordillera; cuando esporádicamente aparece el fenómeno del Niño, elevando la temperatura del mar, las lluvias más cálidas ocasionan fenómenos catastróficos.

La acumulación de nieve en la cordillera ha permitido a lo largo de cuatro siglos la formalización de múltiples canales, que llevan las aguas de los deshielos a los campos en las zonas planas del valle en un sistema de agricultura intensiva que ha ocupado todo el valle, transformándolo en un extenso oasis. Una intensa red de caminos, ciudades y pueblos ha ido concentrando en este valle la mayor población de Chile, en un sistema casi conurbanizado de doce millones de habitantes.

Ciudades herederas de los caminos agrícolas, con calles arboladas y casas de extensos patios, habitaron este extenso valle en un continuo entre los centros urbanos y los campos. Hoy en día la extensión indiscriminada de las periferias urbanas, los caminos transformados en autopistas y la industrialización de las explotaciones agrícolas van dejando a los espacios naturales compartimentados como islas discontinuas; los cerros que los limitan se explotan en actividades marginales de extracción de leña, minería y pastoreo. En años recientes, tanto las ciudades como una agricultura con nuevas técnicas de riego han ido trepando por los cerros. Los proyectos de paisajismo abordados en estos años en este territorio y presentados aquí se encuadran en la ocupación sustentable del valle, de modo que la naturaleza pueda vivir en las ciudades y los campos industrializados.

Herramientas-01↑ Fig. 1 Vista satelital del valle central de Chile. 1000 Km desde el valle de Santiago hasta el inicio de la región de Los Lagos. / Fig. 2 Fundo Los Robles, Nancagua.

En este clima de aguas escasas, suelo y agua son la materia fundamental de estos proyectos, que se deben entender como procesos que no son instantáneos; contrariamente, se realizan y concretan pausadamente en el tiempo.

Agua

Parte fundamental de estos procesos del paisaje es el agua. El agua en esta zona tiene dos formas fundamentales: lluvia y nieve.

Las lluvias se acumulan en unas pocas tormentas anuales, generalmente cortas, intensas y concentradas en la época más fría del año, con promedios anuales cercanos a los 300 mm. Debido a la falta de humedad habitual, las cuencas de esta zona tienen una gran capacidad de infiltración en las primeras capas del suelo, pero a su vez la falta de humedad y escasa vegetación hace que los suelos sean extremadamente vulnerables a la erosión. Estas lluvias son difícilmente aprovechadas por la vegetación por cuanto ocurren en los periodos fríos o de latencia de la gran mayoría de las especies; por otra parte, las precipitaciones se acumulan en gran cantidad en la cordillera como nieve, la cual es aprovechada en los periodos cálidos para riego, conducida a través de canales.

Hacer presentes estos procesos, dándoles visibilidad, es una oportunidad de diseño para el paisajismo. Por una parte, retener, conducir e infiltrar las aguas lluvia en el suelo da la oportunidad de crear cauces y corredores verdes, que al hacerse presentes como elemento en el territorio son capaces de estructurar grandes áreas, parques, barrios, pueblos y ciudades, así como zonas agrícolas. Ejemplos de esto son el río Mapocho en Santiago y su sucesión de parques ribereños; los corredores ecológicos para viña Los Robles y el parque central de la urbanización de La Reserva.

Herramientas-02↑ Fig. 3 Parque urbanización La Reserva, Colina, 2003. Movimiento de tierras para área inundable. / Fig. 4 Corredores ecológicos para viña orgánica Emiliana, fundo Los Robles, 2000. Área rocosa para escurrimiento.

Herramientas-03↑ Fig. 5 Parque urbanización La Reserva. Plano de manejo hídrico.

Herramientas-04↑ Fig. 6 Parque urbanización La Reserva. Composición rocosa del suelo para escurrimiento de aguas. Croquis de Teodoro Fernández.

Herramientas-05↑ Fig. 7 Parque urbanización La Reserva. Plano de áreas inundables.

En nuestras ciudades, que se expanden por el territorio ya urbanizado por la agricultura o por las pendientes de cerros y contrafuertes cordilleranos, estos cauces –artificiales o naturales– son oportunidades para la incorporación de áreas verdes en la forma de corredores capaces de unir ciudad y paisaje.

La principal lección del agua en la naturaleza es su almacenamiento: nieve, lagos, ríos, pantanos y napas subterráneas son las formas de acumular el agua dulce. Allí donde el agua se detiene manifiesta su cualidad esencial que es servir a la vida; al contrario, cuando escurre, rápidamente actúa en favor de las fuerzas negativas intrínsecas al sistema, inundando o erosionando los suelos.

En general los esfuerzos de la urbanización tratan el agua como un problema del cual hay que deshacerse con rapidez. Por el contrario, en estos proyectos se trata de transformar un problema de infraestructura en un tema de estructura, desacelerando las velocidades de flujo, evitando la erosión e incorporando el cauce a los sistemas de áreas verdes para infiltrar el agua proporcionando reservas para el crecimiento de las plantas. El trazado de los cauces toma la forma del agua en la naturaleza, el diseño crea meandros que alargan el recorrido y disminuyen naturalmente la pendiente y la velocidad del agua.

Herramientas-06↑ Fig. 8 Viña orgánica Emiliana. Dique para almacenamiento de agua y disminución de flujos. / Fig. 9 Viña orgánica Emiliana. Planta general.

En la mayor parte de los casos, lo ideal sería no intervenir los cauces; sin embargo, cuando la urbanización avanza disminuye la capacidad de los suelos aledaños de infiltrar naturalmente el agua, por lo que pueden producirse eventos muchas veces catastróficos. Pequeños diques que forman saltos o caídas disipan la energía y atrapan el agua, creando un ambiente favorable para la introducción de ciertas plantas que a su vez ayudan a disminuir el flujo, creándose un círculo virtuoso de vida.

Suelo

La topografía define las pendientes de los suelos y, por lo tanto, la capacidad de éstos de hacer escurrir o almacenar el agua. Los terrenos altos y con pendientes mayores tendrán mejor drenaje y serán más secos; por el contrario, los terrenos bajos y planos tenderán a acumular el agua y serán más húmedos. También la topografía determinará cómo es la incidencia de los rayos solares sobre el terreno y por lo tanto su capacidad de calentarse y de evaporar la humedad: estas condiciones del suelo serán determinantes en el tipo de vegetación que se usará en cada caso. Cuando se trata de intervenciones en grandes superficies es muy difícil modificar el suelo y su topografía, sin embargo en intervenciones urbanas o de tamaño medio a menor estos elementos son el primer objeto de diseño.

Herramientas-07↑ Fig. 10 Parque Quitralmán. Tratamiento de suelos para drenaje. / Fig. 11 Parque Quitralmán. Pavimentos del patio central.

Herramientas-08↑ Fig. 12 Parque Quitralmán. Lajas alineadas y huevillos en arena.

El agua proveniente de la nieve, conducida por diversos medios, también se puede controlar. Se trata que el agua no imite a la lluvia: que no moje indiscriminadamente, sino en forma controlada de modo que al igual que lo hace la técnica para teñir textiles del shibori (teñido en reserva), sea conducida con precisión a puntos o lugares específicos del suelo. De este modo, se puede dibujar o diseñar con ella.

Diseñando la topografía y controlando los aportes de agua, el suelo puede trabajarse a la manera de los antiguos parterres. Los parterres, al contrario que el jardín a la inglesa que tiende a imitar la naturaleza, trabajan con técnicas de la agricultura y con la composición, al igual que el arte, para crear un artificio geométrico con vegetales y minerales en reemplazo de la cubierta de césped continuo. El patio de Quitralmán, con caminos de piedra laja, superficies de huevillo y especies perennes y los suelos acorazados de piedra local alrededor de las bodegas de la viña Los Robles son ejemplos de suelos protegidos con piedras y plantas. Estos suelos ofrecen la oportunidad al diseño de incorporar distintas artesanías para la realización de pavimentos, en los cuales el dibujo de las diferentes baldosas, piedras, huevillos y adoquines protegen el suelo al mismo tiempo que proporcionan direcciones y superficies para el tránsito de peatones y vehículos.

Herramientas-09↑ Fig. 13 Viña orgánica Emiliana. Plantas y cortes esquemáticos de los diferentes sectores de los corredores ecológicos. / Fig. 14 Viña orgánica Emiliana. Propuesta de viñedos biodinámicos: introducción de plantas que estimulan la fijación de minerales o microelementos y atraen insectos beneficiosos como abejas y chinitas.

Herramientas-10↑ Fig. 15 y 16 Viña orgánica Emiliana. Consolidación de suelos, protegidos con piedras y plantas.

Programa. La plaza, el paseo y la cancha

Estas tres palabras definen tanto los espacios, su uso y carácter como el sentido de los espacios públicos de nuestras ciudades y campos. La plaza tiene un carácter central, es el lugar en donde la autoridad se relaciona con los ciudadanos y estos entre sí; está en la fundación de nuestras ciudades y pueblos. El paseo es el conjunto de los caminos que conquistan y abren el territorio: el lugar donde caminar y deambular es una actividad social, no un mero circular. Alamedas y paseos aparecen conjuntamente con las acequias, que permiten regar hileras de árboles a los lados de los caminos. Hoy ciclovías, caminatas y circuitos deportivos deben ser actividades incorporadas al paseo. La cancha es un espacio abierto, relativamente plano e informal, lugar de reuniones masivas, picnic, volantines y juegos de los más diversos tipos. Tradicionalmente se usan cuando están cubiertos por el pasto de primavera cuando hay sol y las temperaturas son aún bajas. Estos tres lugares deben tener sombra para nuestros veranos calurosos y secos.

Herramientas-11↑ Fig. 17 Parque urbanización La Reserva. Consolidación de suelos para el escurrimiento, protegidos con piedras y plantas.

En esta costa occidental de América, el sol ilumina en forma diferente cada uno de los valles: en las tardes la cordillera se ilumina con el sol, ofreciéndose a la contemplación en un espectáculo cambiante mientras las brumas y los vientos provenientes de la corriente de Humboldt penetran por los valles desde el Pacífico y tiñen los cielos en prolongados y frescos atardeceres. Son las mejores horas para el goce del paisaje y el aire libre.

Herramientas-12↑ Fig. 18 Urbanización La Reserva. Plano de loteo.

Herramientas-13↑ Fig. 19 Urbanización La Reserva. Alturas. / Fig. 20 Urbanización La Reserva. Pendientes.

Herramientas-14↑ Fig. 20 Urbanización La Reserva. Asoleamiento. / Fig. 21 Urbanización La Reserva. Vegetación.

Herramientas-15↑ Fig. 22 La Cañada, promenade publique de Santiago de Hyacinthe de Bougainville, c. 1825. Colección Museo Histórico Nacional. / Fig. 23 Parque urbanización La Reserva. Paseo central.

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Publicado en

Teodoro Fernández | Arquitectura en el paisaje
Diciembre 2012

Artículo realizado por

Teodoro Fernández. Arquitecto, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1972. Postítulo de Arquitectura del Paisaje, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1991. Desde 1991 es profesor de Taller en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Entre sus obras recientes están el proyecto de la Scuola Italiana en San Carlos de Apoquindo, la remodelación de la casa y parque Las Majadas en Pirque, la remodelación y el cinerario del Cementerio Católico de Santiago, el edificio de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el Parque Bicentenario de Vitacura y el Parque del Estadio Nacional.

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