Los tres proyectos seleccionados para esta discusión han desmantelado la noción de lo que se entiende en el paÃs como buen diseño para los espacios públicos, al considerar al paisaje como una expresión de la cultura social, en lugar de una secuencia de obras que despojan de sentido a sus contextos hasta convertirse en postales de un lugar y de un momento especÃfico. Los tres proyectos fueron concebidos considerando aspectos urbanos, sociales y de infraestructura del sitio en que se emplazan, pero difÃcilmente calzan con la nomenclatura tradicionalmente asociada al campo de la arquitectura del paisaje.
Las dos «plazas» en Santiago de la Fundación Mi Parque fueron determinadas por la adopción de una eficaz gestión de suelo y por el diseño de estrategias implementadas a través de una variedad de formas de gobernabilidad; la secuencia de «paseos» y «explanadas» de MOBIL Arquitectos en dos de los emblemáticos cerros de ValparaÃso fue concebida como una respuesta progresiva a los desafÃos sociales, culturales, medioambientales e infraestructurales de la urbanización contemporánea. El «parque» de Teodoro Fernández Arquitectos, por su parte, propone al paisaje como una forma de «urbanismo arquitectónico»: una noción recientemente discutida en algunos cÃrculos académicos y que agrega otra capa a la identidad del campo disciplinar, a pesar de lo que ha sido considerado como su reciente renacimiento bajo la distintiva etiqueta de urbanismo del paisaje.
Plaza de la villa San Luis y plaza Sandro Escalona. Fundación Mi Parque. Santiago
Desafortunadamente, el abandono, la pobreza y la delincuencia son algunos de los conceptos más utilizados para describir la realidad de los espacios públicos en las áreas de menores ingresos en Chile. Para enfrentar esta situación, el principal objetivo de la Fundación Mi Parque es entregarles identidad urbana, no necesariamente a través de un diseño rupturista, sino a través de la redefinición del concepto de manejo privado de los espacios públicos en barrios sin los medios necesarios para mantenerlos.
Para lograrlo, la fundación ha construido una sinergia entre comunidades, empresas y municipalidades en los procesos de diseño, de construcción y de mantención. Esta colaboración, presentada aquà en dos de los 62 proyectos emplazados en 28 comunas de Santiago, incluye cuatro etapas: primero, la identificación de sitios urbanos problemáticos, susceptibles de ser intervenidos; segundo, el desarrollo de un modelo de participación ciudadana para los tres actores involucrados: los vecinos (quienes juegan un rol activo en cada etapa del proceso), las compañÃas patrocinadoras (a través de la participación de sus trabajadores como voluntarios en la construcción del proyecto) y las municipalidades, que se comprometen a mantener los proyectos en el futuro. La tercera etapa consiste en la recuperación de sitios eriazos a través del llamado «diseño apropiado», propuesto por la fundación, y que considera nivelación y reparación del suelo, la incorporación de material vegetal de acuerdo a las condiciones climáticas y la inclusión de mobiliario urbano, irrigación e iluminación, entre otros. Es importante destacar que el proceso termina con un dÃa de construcción, que incluye tanto la preparación del terreno como la ejecución de la propia obra.
Las dos plazas aquà abordadas incorporan la noción de paisaje como un elemento urbano que opera en base a dos premisas sociales: primero, lograr la máxima experiencia urbana reduciendo los pasos y operaciones proyectuales a un mÃnimo; y segundo, transformar la noción de plaza desde una tipologÃa formal a una narrativa, exponiendo los vÃnculos y contradicciones entre las distintas geometrÃas provenientes de la topografÃa, del trazado, de la sombra arrojada por los árboles plantados y de las formas que adquiere la infraestructura.
Junto con reconocer la relevancia de Fundación Mi Parque como un modelo para la gestión del espacio público que ha permitido recuperar su sentido como un lugar de encuentro al responder a las necesidades reales del barrio en que se emplaza, es inevitable no preguntarse cómo avanzar un paso más allá. En primer lugar, es necesario superar un kit de diseño determinado por una secuencia de manchas verdes, por el uso de neumáticos reciclados y por la instalación de islas de árboles que necesitarán varios años antes de dar buena sombra. Y segundo, es tiempo de elaborar un discurso de diseño capaz de determinar rigurosamente los aspectos formales de la estructura del paisaje propuesto y de reconfigurar espacios de relevancia urbana en lugares que no los tienen.
El siguiente proyecto, desarrollado en un terreno de similares condiciones sociales, si bien en una ciudad diferente, establece un camino para lograrlo.
Cerro Toro y cerro Santo Domingo. MOBIL Arquitectos. ValparaÃso
Podemos referirnos a ValparaÃso como una suerte de anfiteatro geográfico configurado por un terreno con pendiente natural, extensamente sobrepoblado, que rodea a la costa en torno a una bahÃa. El trabajo de MOBIL Arquitectos fue parte del plan maestro para el mejoramiento de los espacios públicos de ValparaÃso, y consistió en la rehabilitación de dos de los cerros de la ciudad: el cerro Toro y el cerro Santo Domingo. EspecÃficamente, el proyecto puede leerse como «una rehabilitación del tejido urbano», una reconfiguración de las áreas públicas icónicas de ValparaÃso, construidas sobre lo que antes eran las quebradas naturales del terreno: calles, pasajes, senderos y miradores que definen también el sistema de conectividad entre los cerros y el plan de ValparaÃso.
La organización del sitio demuestra el espÃritu del proyecto. Opuesto a la construcción tradicional de una plaza, este se instala sobre los senderos existentes que lentamente se han ido desvaneciendo por el uso cotidiano. La recuperación del terreno a través de la reinterpretación del paseo tradicional delineó una frontera entre la continuidad de la calidad peatonal tradicional y distintiva de ValparaÃso, y la habitabilidad precaria y dispersa de las construcciones abandonadas y erosionadas de la ciudad contemporánea.
Históricamente, la particular disposición de los cerros ha permitido que las construcciones y espacios públicos en las áreas altas de ValparaÃso puedan participar visualmente de la bahÃa, de los otros cerros y del resto de la ciudad a través de las depresiones y quebradas existentes, mismos fragmentos que se han convertido en sus puntos de acceso natural y, por ende, principal. El reconocimiento de esta condición por parte del proyecto es la clave para establecer el punto de vista de los autores, para quienes la arquitectura y la ciudad coexisten como un continuo que entiende y posiciona al espacio público como un edificio. El proyecto establece asà una aproximación que elimina clichés arquitectónicos, transformando a la obra en una acción anónima y, al mismo tiempo, en una visiblemente urbana.
De cierta forma, el proyecto reproduce la compleja realidad urbana y social de ValparaÃso, emergiendo desde el especial contexto geográfico, cosiendo los cantos y bordes empinados entre las secciones bajas y altas de la ciudad. Las costuras operan y se manifiestan como formas de relieve y como inserciones circulatorias, a la vez que mantienen y se acoplan a los programas existentes. Mientras el tejido urbano se adapta a las pendientes con volúmenes que escalan, rotan, o cuelgan, el nuevo suelo se despliega en la forma de muros perimetrales o de veredas, fabricando los espacios públicos del cerro, con escaleras que emergen como pasajes, senderos, esquinas y recodos en cualquier ángulo y dimensión posible. El proyecto asume esta condición sabiendo que las plazas tradicionales necesitan ser reemplazadas aquà por miradores o calles ensanchadas con barandas que permitan habitar los acantilados, a la vez que mirar sobre la bahÃa mientras se pasea. Y, en un nivel más profundo, este es un proyecto que intenta también articular polÃtica y diseño, dos agentes claves en la creación de espacios públicos.
Si bien el equipo de diseño generó un suelo complejo e intrincado –que incluyó además el diseño hidráulico, eléctrico y el de los elementos de paisaje y prefabricados donde fuese posible– los arquitectos tuvieron que luchar contra un complejo sistema burocrático que iba desde la oficina regional de Monumentos, al Consejo Nacional de Monumentos, al Servicio Regional de Vivienda y Urbanismo, a la Dirección de Obras Municipales y similares, al Ministerio de Planificación y al Ministerio del Interior, entidad que finalmente firmó los permisos de construcción. Tras todo este proceso, la intervención es legible como una estrategia de conectividad que aprovecha la red peatonal en los cerros. Y pese a que no todos los elementos del proyecto original sobrevivieron, este fue capaz de ejercer un impacto mayor dentro de la ciudad, incorporando la noción de espacio público como un medio que define una plataforma de habitabilidad.
Como resultado, el proyecto adopta una articulación urbano-social del territorio, promoviendo la mejora en las condiciones de vida y, más importante aún, el rescate y desarrollo de una identidad urbana a través del diseño². De igual manera, el próximo proyecto se articula a partir de la construcción de un parque comprometido con su condición territorial.
El Estadio Nacional como un Parque de la CiudadanÃa. Teodoro Fernández Arquitectos. Santiago
Durante 76 años el Estadio Nacional ha sido el espacio público que ha congregado la mayor cantidad de eventos cÃvicos, deportivos y culturales en Chile. Sin embargo, desde su inauguración en 1938 y a pesar de las reparaciones que se han hecho al coliseo principal, la totalidad del sitio nunca habÃa sido abordada desde una perspectiva urbana. AsÃ, la propuesta ganadora del concurso organizado por el Instituto Nacional del Deporte en 2011 se estructuró en torno a la concepción del diseño del paisaje como un medio para destacar la geografÃa, y como una oportunidad para reinterpretar la concepción tradicional de la plaza y de la calle, considerados como los principales espacios públicos de Santiago.
El proyecto de Teodoro Fernández Arquitectos es, antes que todo, un ejercicio topográfico. Introduce una nueva dimensión en el sitio conectando las vistas lejanas de la cordillera de los Andes con el paisaje circundante propuesto para el nuevo parque. Al interior del sitio, esta nueva topografÃa –denominada por los autores como «un balcón en el valle»â€“ se centra en el coliseo y se define por una plataforma elevada hasta el segundo nivel de la estructura principal, que conecta el interior y el exterior del sitio por medio de un sistema de explanadas, bordes y rampas. El proyecto rompe también con la condición enclaustrada del sitio a través de una serie de accesos peatonales articulados que contribuyen a la organización de los espacios como espacios públicos. Como resultado, el proyecto enfatiza simultáneamente cinco aproximaciones para su entendimiento como «parque»:
En primer lugar es un parque urbano que crea un nuevo sistema, integrando al Estadio Nacional al contexto urbano e incorporando un diseño que responde a los distintos bordes del sitio, a través de la propuesta de ocho accesos peatonales que operan como espacios públicos a la vez que consolidan el rol del sitio como una pieza urbana. Es un parque topográfico que considera y realza el relieve preexistente dentro y fuera del sitio. Es un parque de la ciudadanÃa, para el público, promoviendo el uso recreacional no sólo a través de nuevos programas, infraestructura y eventos, sino también a través de la organización de los preexistentes. Es un parque atlético que preserva usos tradicionales, a través de una organización de capas y elementos que lo definen como un campo de deportes para atletas profesionales y amateurs, ciudadanos comunes y corrientes, familias y turistas. Finalmente, es un parque educacional que incorpora historia, memoria e identidad en la configuración espacial del Estadio Nacional.
A pesar de tratarse de un concurso internacional que tomó cinco meses y que fue organizado en tres etapas que incluyeron a 27 oficinas y a un jurado compuesto por representantes de gobierno, reconocidos arquitectos, arquitectos del paisaje y planificadores urbanos, nacionales e internacionales, la materialización efectiva del elemento principal del diseño ganador –el sistema articulado por la plataforma elevada y explanadas– aún está en riesgo. El Consejo de Monumentos Nacionales, el mismo que declaró al coliseo bajo esa categorÃa en 2003, dio luz verde a la demolición de su marquesina para ampliar el aforo del estadio, tras su reducción en diez mil asientos el año 2010. Esta operación implicarÃa la instalación de una estructura de pilares de concreto rodeando al coliseo y ocupando, en consecuencia, gran parte del área de la plataforma propuesta. Y pese a que el proyecto resultó ganador precisamente por el plan maestro para el sitio, que posiciona a la plataforma como el principal elemento de la composición, de acuerdo a una declaración entregada por un representante del consejo a un diario chileno habÃa cierta preocupación por el riesgo latente en la cantidad de cruces diagonales propuestos al interior del sitio y, en particular; también por la plataforma elevada al segundo nivel del coliseo, la que no es un mero gesto compositivo sino un elemento que absorbe el 2 % de la pendiente del sitio, nivelando la parte alta del recinto con las vistas lejanas, reconociendo asà la organización natural del terreno³. Consecuentemente, la materialización efectiva de este ejercicio topográfico, de este «balcón en el valle» que entregarÃa una fuerte identidad a las casi 65 hectáreas y a toda el área circundante, el mismo que absorbe la significación histórica y nacional del sitio, sigue sin haberse realizado.â´
Es cierto que la intervención gubernamental luego de un concurso público no es nueva, pero si realmente creemos que el espacio público no es neutral, algo de hecho confirmado por las tres propuestas aquà presentadas, entonces es tiempo de recordar episodios como la condición urbana de Santiago durante la celebración del Centenario de Chile. En dicho momento, el paisaje público de Santiago era un producto complejo, determinado por la coexistencia de paisajes productivos (como la Quinta Normal de Agricultura), paisajes culturales (como el parque Cousiño) y paisajes construidos sobre elementos geográficos como el rÃo Mapocho y el cerro San Cristóbal. Esas piezas urbanas fueron propuestas de diseño pensadas y construidas no sólo para incorporar áreas verdes, sino también para conectar la ciudad y su valle a través de espacios públicos que operaban como medios para reconocer la extensión geográfica del contexto circundante, una situación igualmente reconocible en el concurso del Estadio Nacional y en los cerros de ValparaÃso, que entregan a sus habitantes un sentido de identidad urbana y territorial.
En un perÃodo en que grandes parques históricos han sido canibalizados hasta convertirse en los patios traseros de los barrios en que se emplazan, donde los proyectos de paisaje ganadores de concursos internacionales son transformados por las entidades que obtienen los contratos de construcción, y donde espacios públicos notables han sufrido progresivas, inadecuadas y descontroladas intervenciones a manos de las autoridades de turno, paÃses como Chile –sin una gran tradición en diseño de paisajes– necesitan continuar con la instrumentalización táctica de intervenciones que han probado ser efectivas y desarrollar diseños estratégicos capaces de transformar los sitios, ampliando el alcance de las posibilidades futuras de sus formas y funciones urbanas de modo que puedan ser utilizados por quienes más los necesitan: los gobiernos locales y la ciudadanÃa.
Publicado en
Who Cares for Chilean Cities?
Agosto 2014
ArtÃculo realizado por
Romy Hetch. Arquitecta y MagÃster en Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Doctora en TeorÃa e Historia de la Arquitectura de Princeton University. Sus investigaciones se desarrollan en el campo de la teorÃa, la historia y la crÃtica del paisaje del siglo XX como espacio público, en Estados Unidos, Europa y América latina, centrándose en la identificación, descripción e interpretación de las formas como vestigios del pasado. Ha presentado partes de su tesis de doctorado, The Attack on Greenery: Critical Perceptions of the American Man-Made Landscape, 1955-1969, en las universidades de Princeton, Harvard, Columbia y Rice. Sus
artÃculos se han publicado en diversos medios editoriales, tales como Harvard Design Magazine (USA), ARQ, CA, y Revista 180 (Chile), y New Architecture (China). Ha sido la traductora al español del libro de J.B. Jackson The Necessity for Ruins and Other Essays (La necesidad de ruinas y otros ensayos, 2012). Ha sido Profesora Visitante de la Graduate School of Design de Harvard University y es Profesora Asociada de la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Notas
1 Este ensayo es un producto del proyecto Fondecyt de Inicio 11110332, «Urbanismo desde el paisaje:
lectura de doce piezas urbanas en proceso. Santiago 1910 vs. 2010», de Romy Hecht.
2 Durante el proceso de edición de este ensayo, ValparaÃso sufrió lo que ha sido catalogado como el peor incendio urbano en la historia de Chile. Entre el 12 y el 16 de abril de 2014 se quemaron once de los 42 cerros de la ciudad, abarcando una superficie de 900 hectáreas y dejando como resultado quince muertos, quinientos heridos, doce mil quinientos damnificados y dos mil novecientas casas destruidas. La tragedia expuso las deterioradas condiciones urbanas de la ciudad y, en particular, de sus quebradas, las mismas recuperadas como espacios públicos por el proyecto de MOBIL que, afortunadamente, no fue afectado por el evento.
3 Ver Patricio Cofré, «Santiago: Evalúan demolición de marquesina para ampliar capacidad del
Estadio Nacional», La Tercera (31 Ago. 2012).
4 En marzo de 2014 fueron inauguradas 23 hectáreas de la propuesta original, justo antes del inicio de los Juegos Suramericanos, ODESUR 2014. La sección, correspondiente al paño oriente del terreno, entre el coliseo y la Avda. Pedro de Valdivia, incluye los espacios abiertos propuestos por Teodoro Fernández Arquitectos: nuevas áreas verdes, estacionamientos, senderos, paseos y ciclovÃas, y la renovación de los accesos al sector. Se instalaron además tres Memoriales a los Detenidos y Desaparecidos de la Dictadura Militar (1973-1989) y un Polideportivo y Centro Acuático, además de iniciarse las obras para la nueva estación de Metro por Avda. Grecia. Sin embargo, a la fecha, ninguna de las plataformas elevadas ha sido construida. Tampoco existe fecha de inicio para la segunda etapa, en la que el equipo ha propuesto una versión muy reducida del «balcón» original.
Lecturas recomendadas
Who Cares for Chilean Cities?
La necesidad de ruinas y otros ensayos
Teodoro Fernández | Arquitectura en el paisaje
ARQ 73 | ValparaÃso
ARQ 83 | Edificios, paisajes, ciudades