2013

Senderos-en-el-bosque-urbano-libro

Senderos en el bosque urbano, el texto que el lector podrá disfrutar a continuación, refleja el pensamiento detrás de quien lideró el último ciclo de lo que me atreveré a llamar «la Escuela de Providencia». Es preciso considerar el contexto en el que las nuevas generaciones de urbanistas debemos operar, para asignarle la pertinencia que le corresponde a estos «senderos».

Se trata de un momento de caída de los viejos paradigmas que situaban y entregaban coordenadas a nuestra práctica,
especialmente en lo referente a la planificación urbana: la aniquilación en Chile del Estado del Compromiso y todo intento desarrollista hace ya décadas, se acompaña hoy de un severo cuestionamiento al Estado neoliberal, con su desrregulación y negación del pensamiento sobre el futuro. Este panorama no es un asunto meramente nacional, sino que global. Se trata de la desestructuración de nuestras coordenadas profesionales, en cuanto al poder de la planificación urbana, que nos dejan sin paradigmas, metodologías y lógicas de proyecto a los cuales recurrir con la seguridad de las generaciones que nos precedieron.

Como bien dijo el ex ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil (durante el segundo gobierno del presidente Da Silva), profesor Roberto Mangabeira Unger (2010), el camino ante la desestructuración doble –de los ámbitos de acción pública y de los paradigmas sobre el desarrollo– es avanzar en un «experimentalismo» democrático, una especie de símil de la i+d (investigación y desarrollo) del mundo de la empresa, pero ahora desde el Estado y los espacios de acción colectiva. En un ejemplo que sigue esta línea, la nueva generación de urbanistas ha visto en el «urbanismo táctico» una forma de basar su práctica en el experimentalismo para la innovación: el esfuerzo intelectual y productivo por hacer avanzar nuestras ciudades hacia nuevas fronteras parece estar en un momento de investigación para la acción, de análisis del campo de juego, de preparación.

Jaime Márquez entrega un marco conceptual a una práctica del urbanismo que entiende a los profesionales de la ciudad como agentes del interés general: hombres y mujeres de lo público. Si bien esta forma de entendernos se basa en la ética, no se restringe a la reflexión en torno a esta, sino que implica un importante despliegue práctico-metodológico. A mi juicio, el autor es un ejemplo de un tipo de práctica «catalizadora» en diversos frentes de trabajo que se complementan entre sí: 1) la planificación urbana desde el estudio y determinación de normas urbanísticas; 2) el diseño y gestión de proyectos que abordan el detalle de los espacios urbanos, con especial énfasis en la cualificación del espacio público contemporáneo; 3) la permanente reflexión teórico-práctica sobre el desarrollo urbano metropolitano y local; 4) la conformación de una unidad productiva basada en un equipo de trabajo que construye ciudad desde el Departamento de Asesoría Urbana de Providencia; 5) la participación en la disputa por las «reglas del juego» de la disciplina, tanto en la discusión de las leyes y normas de carácter nacional, como a través de la participación gremial; 6) la articulación de un discurso público, en su momento, desde la plataforma de la revista del Colegio de Arquitectos.

Planteo la hipótesis de la existencia de una Escuela de Providencia, construida sobre estos seis pilares. Si Germán Bannen fue el precursor del primer periodo iniciado en la década de 1960, el nuevo contexto político-económico chileno de la década de 1990 marca una etapa liderada por Jaime Márquez. Actualmente, el retiro de este último y la llegada de nuevos referentes –en un contexto de activación del capital sociopolítico de Providencia– podría constituirse en una nueva etapa, con una mirada basada en el desarrollo urbano sustentable y la producción participativa y equitativa de la ciudad.

El presente libro surge en un contexto de cambio. Se intersectan las trayectorias de vida del autor con un cambio
político en Chile, transformado en emblema en Providencia. Estas coincidencias nos llevan a preguntarnos –como de vez en cuando ocurre en nuestra historia– por la relación entre los paradigmas disciplinares y el contexto político en el que se insertan. Jaime Márquez lee y explica muy claramente la relación entre los urbanistas, el poder y el pueblo. Al identificar la idea original del «demiurgo», que une el accionar de la cabeza y las manos, y que se sitúa entre los gobernantes y el pueblo, el autor ilustra metafóricamente los dilemas y espacios de riesgo y oportunidad que enfrenta nuestra práctica diaria.

En ese contexto, el planteamiento de la hipótesis de la existencia de la Escuela de Providencia es un reconocimiento al trabajo del autor, y una declaración de la voluntad de continuar por estos mismos senderos en el bosque urbano. No se trata, a diferencia de la Escuela de Valparaíso –de donde proviene tanto Jaime Márquez como Germán Bannen– y de la más reciente experiencia de la Escuela de Talca, de un espacio académico situado en una institución universitaria particular. Se trata, en cambio, del reconocimiento del núcleo intelectual y productivo de la Municipalidad de Providencia, dentro del tejido enriquecido con capital sociofísico (Knudsen y Clark, 2013) en el territorio de la comuna.

Yo mismo, siendo parte de los «recién llegados», debo y quiero declararme parte de esta escuela, la escuela de Jaime Márquez, Germán Bannen y un equipo multidisciplinario particular articulado como pocas veces en un gobierno local.

Plantear la hipótesis de una Escuela de Providencia por fuera del ámbito meramente académico pretende reconocer la nueva mirada que desde la teoría nos habla sobre la «ciudad como una máquina de aprendizaje» (McFarlane, 2011) o
desde la práctica, que establece referentes como el Centro de Pedagogía Urbana de Brooklyn (Moore, 2013). Reconocer la necesidad del experimentalismo implica también reconocer un cierto componente pedagógico vinculado con la generación de nuevo conocimiento en los procesos de innovación en la producción de ciudad. A su vez, la transferencia de dicho conocimiento resulta necesaria para los urbanistas cuando hacemos participar a la ciudadanía. ¿Es entonces pertinente utilizar la palabra «escuela» para un centro de acción e innovación en la producción de la ciudad? La hipótesis queda lanzada y su verificación tendrá que darse en la práctica.

La Escuela de Providencia, en el periodo liderado por Jaime Márquez –tal como ocurrió al iniciarse su periodo respecto de la Nueva Providencia y la Ciudad Jardín de Germán Bannen–, nos hace herederos de un esfuerzo centrado en la elaboración de un pensamiento propio desde este espacio de acción pública local. Adicionalmente, dejó a disposición del debate y la práctica urbana nacional una serie de dispositivos urbanísticos y estrategias que fueron vanguardia y que hoy son de especial utilidad para la transición que requiere nuestro modelo de desarrollo. Para ilustrar este enfoque quiero referirme fundamentalmente a dos proyectos: el Plan de Ciclovías y el Corredor de Transporte Público oriente-poniente para Avda. Providencia y Avda. Nueva Providencia.

En el primer caso, gracias a la infraestructura ciclo-vial segregada, pionera en su momento (fines de la década de
1990), sumado a las características de localización de centralidades en la comuna y a un importante cambio demográfico producido a finales de la década de 2000, se ha llegado a un aumento por sobre el veinte por ciento en los viajes diarios realizados en bicicleta. La discusión de nuevos estándares en infraestructura para este modo de transporte se debe en gran medida a las lecciones de la experiencia en Providencia, liderada por Jaime Márquez y su equipo. Las respuestas a las preguntas en este nuevo ciclo de nuestra escuela, serán construidas sobre esta base. Los urbanistas, de esta manera, han construido un nuevo valor en el territorio, con un alto impacto social, económico y cultural.

En cuanto al caso del Corredor de Transporte Público oriente-poniente para Avda. Providencia y Avda. Nueva Providencia, se trata de un proyecto desarrollado personalmente por Jaime Márquez, que presenta una alternativa real para el mejoramiento del transporte público metropolitano. Hoy, las autoridades nacionales en la materia han incorporado el proyecto entre sus prioridades.

El desafío del transporte público en buses de superficie enfrenta un obstáculo fundamental en el distrito financiero de Santiago, constituido por la intersección entre las comunas de Providencia, Las Condes y Vitacura, puesto que en sentido oriente-poniente y norte-sur se llega a una concentración radial de las principales vías metropolitanas. Esto, sumado a la densidad, construcción en altura y estrechez de los perfiles de las avenidas afectadas, implica que la congestión producida por los automovilistas afecte a los ciudadanos que se desplazan ida y vuelta diariamente hacia sus residencias en la periferia norte, sur y poniente en bus, con la imposibilidad de instalar en el sector los perfiles de corredores segregados que permitan asegurar un estándar apropiado de tiempos de desplazamiento.

Gracias a la simple constatación de la necesidad de incorporar la apertura de puertas por el lado izquierdo de los buses, el diseño propone ahorrar el ancho necesario para los andenes de carga y descarga de pasajeros, de tal manera de hacer posible el corredor sin requerir expropiaciones ni eliminación del patrimonio arbóreo. Los estudios y simulaciones han permitido demostrar que podemos acercarnos a reducir hasta en un cincuenta por ciento los tiempos de desplazamiento del transporte público.

Se trata de la ciudad como laboratorio, como espacio pedagógico y como terreno de innovación. Las bases pioneras de la etapa que se cierra en la Escuela de Providencia nos permiten proponer una nueva etapa, centrada en el entendimiento del espacio público como el campo donde construir estrategias de desarrollo fundadas en la sustentabilidad, la participación y la equidad.

Una de las consecuencias de la mirada presentada en los párrafos precedentes apunta a recordar que los espacios de movilidad, transporte e inter-modalidad deben ser objeto de diseño, con la calidad de vida de las personas como centro. La nueva etapa que enfrentamos nos lleva a combatir la mayor injusticia de nuestros tiempos en el espacio público: las ciudades están pensadas y construidas para una minoría privilegiada, cuyo principal modo de transporte es insustentable en lo económico, social y ambiental. Tal como he planteado en otro texto: «Según las últimas cifras que arrojan las encuestas de origen-destino, en Santiago, el 22,1% de los viajes diarios se realizan en transporte motorizado privado, en Concepción el 12%, y en Valparaíso el 17%. Estas cifras para otras ciudades son 22% para Arica, 15% La Serena-Coquimbo, 25% Antofagasta, 32% Rancagua, 20% Talca, 18% Chillán, 21% Temuco, 22% Valdivia, 29% Puerto Montt y 33% Punta Arenas. Esto quiere decir que los viajes en transporte público, a pie, en bicicleta y otros implican entre el 67% y el 88% de los viajes realizados en las ciudades chilenas (Valenzuela, 2011).

Adicionalmente, a medida que aumenta el ingreso de los hogares, la tenencia y uso del automóvil aumenta exponencialmente. El espacio público debe ser construido para todos y con una mirada centrada en el desarrollo sustentable. La mirada de Jaime Márquez entrega algunos antecedentes para pensar en cómo intervenir la ciudad para perseguir el desarrollo sustentable y equitativo.

En el texto que el lector está a punto de revisar no se llega a estos detalles. El marco conceptual y ordenamiento de ideas que se plantea es fundamentalmente una forma de insertar nuestra presencia y nuestro trabajo en el mundo. Estas palabras preliminares buscan simplemente ser una manifestación de parte de quienes nos reconocemos parte de la misma Escuela de Providencia que el autor contribuyó a construir, así como también explicar la validez que arroja su experiencia, que esperamos proyectar hacia el futuro.

La-Escuela-de-Providencia-Introduccion

La-Escuela-de-Providencia

Publicado en

Senderos en el bosque urbano
Diciembre 2013

Artículo realizado por

Nicolás Valenzuela Levi. Arquitecto y magíster en Desarrollo Urbano, Pontificia Universidad Católica de Chile. Director de la Secretaría Comunal de Planificación de Providencia, bajo cuyo cargo se encuentra el Departamento de Asesoría Urbana. Profesor instructor adjunto Área de Urbanismo Escuela de Arquitectura UC.

Bibliografía

KNUDSEN, Brian B. y CLARK, Terry N. (2013). «Walk and Be Moved: How Walking Builds Social Movements». Urban Affairs Review, June 9, 2013.

MANGABEIRA UNGER, Roberto (2010). La alternativa de la izquierda. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

McFARLANE, Colin (2011). «The city as a machine for learning». Transactions of the Institute of British Geographers, New Series, vol. 36, No. 3 (July 2011), pp. 360-376. London: Wiley on behalf of The Royal Geographical Society (with the Institute of British Geographers).

MOORE, Jacob (2013). «Las ganancias del diseño: el centro de pedagogía urbana de Brooklyn». Revista Materia de Arquitectura, No. 6, pp. 35-43. Santiago: Universidad San Sebastián.

VALENZUELA, Nicolás (2011). «Políticas urbanas para ciudades igualitarias». En: Lagos, R. y Landerretche O. (eds.). El Chile que se viene: ideas, miradas, perspectivas y sueños para el 2030. Santiago: Catalonia.

¿Guy, cómo se inicia tu vinculación con la arquitectura?

Mis padres, Patricio Wenborne y Elizabeth Hughes, son ambos arquitectos de la Universidad Católica, cada uno con su propia carrera. Yo tenía muy claro que no quería ser arquitecto pero aun así la sangre y el arte tiraban en la familia; finalmente llegué a la arquitectura, pero por otro lado. Siempre tuve claro que las grandes carreras con largos años de estudio no eran para mí. Me veía transitando por otros caminos distintos a los que tomaron mis padres, algo que igual me costó mucho llevarlo a la realidad. Estudié otras cosas, por ejemplo administración agroindustrial durante dos años, en una época muy difícil –eran los años ochenta, había muchas protestas y paros, apenas avanzábamos en las clases– y la fotografía era mi hobby. De repente me di cuenta que estaba perdiendo el tiempo estudiando eso y decidí, por mientras, hacer de mi hobby mi trabajo, y todavía estoy en eso hasta el día de hoy.

Nunca estudiaste fotografía, entonces.

No, soy absolutamente autodidacta. Hice los cursos de extensión con Patricia Novoa en la Universidad Católica, Fotografía I y Fotografía II, y los cursos de color con Eduardo Vilches. Pero nada más. Además en esa época yo tenía 21 ó 22 años y la verdad es que quería trabajar y valérmela solo. Como no tenía ni tiempo ni dinero para estudiar me tiré a los leones, como se dice, con lo poco que sabía y a fuerza de intuición.

¿En qué año fue esto?

Esta decisión de hacerme fotógrafo fue en 1989. Yo ya sabía algo de arquitectura, y podría decirte que trabajar para arquitectos fue vital en mi desarrollo como fotógrafo. Además, comencé a fotografiar arquitectura en una época en la que en Chile no se le daba mucha importancia a un buen registro fotográfico de las obras. Era algo como bastante casual, las fotos las tomaban los mismos arquitectos. De a poco me fui metiendo en ese mundo profesional a través de los contactos de mis padres y demostrándole a los arquitectos que contratar a un fotógrafo valía la pena, que los hacía lucir sus obras y a veces revelaba aspectos que ni ellos habían visto de su propio proyecto. Desde ese momento, me ha encantado fotografiar arquitectura porque es un proceso en el que el ego del fotógrafo se guarda y tú pasas a ser un servicio de arquitectura. Eso me entusiasmaba mucho como forma de aprendizaje.

¿Empezaste fotografiando la obra de tus padres?

Claro, para la oficina que tenía mi padre, San Martín, Wenborne y Browne. Después trabajé con Pedro Pascal y luego con Enrique Browne, Cristián Boza, Cristián Undurraga… Conozco a casi todos los arquitectos importantes. Pero definitivamente la pasada por Germán me marcó. Me marcó su forma de mirar, de enfrentarse a las cosas y sobre todo el grado de conocimiento que tenía Germán de Chile, del territorio chileno y lo mucho que lo apreciaba. Yo sentía, frente a muchas de las otras obras que me tocaba fotografiar, que era una arquitectura que tenía los ojos puestos en lo que se hacía fuera del país. O algo así. Pero con Germán vi una arquitectura cuyos fundamentos estaban en lo sencillo, espontáneo y precario de Chile. Eso me gustó mucho: el aprecio por lo local para hacer una muy buena arquitectura. Y lo encontraba muy entretenido.

¿Cómo se produjo el vínculo con él, exactamente?

Nos encontramos en el Hotel explora de Torres del Paine. Había sido invitado a través de una agencia para hacer fotos del hotel y de los servicios que prestaba. Estaba recién inaugurado, y coincidimos en esa semana también con José Cruz. «Ah», me dijo Germán, «tú eres el hijo de Patrick y la Eli», todos me tenían completamente identificado. Le mostré las fotos y quedó maravillado con el poco tiempo que había estado y lo muy productiva que había sido mi visión. Desde ese momento hemos forjado una relación muy amistosa con Germán. Entonces, me encantaba ir a las reuniones que teníamos en su oficina a presentarle el material. Yo sentía que era como ir a clases. Todo lo que me hablaba, cómo me explicaba las cosas, lo encontraba muy enriquecedor.

¿Esta experiencia de fotografiar una obra como el Hotel explora, muy vinculada al paisaje, tuvo que ver también con tu inclinación por la fotografía de la naturaleza?

En general, he considerado el trabajo de fotografía de arquitectura como un servicio para sustentarme. Aunque sabía mucho de arquitectura a través de la familia, yo lo veía como una forma de ganarme el pan. Pero desde el principio, y antes de hacerme fotógrafo, la fotografía de naturaleza, a lo National Geographic, era mi sueño y de hecho ahora estoy dedicado a eso casi en un 100% y muy poco a la arquitectura. Me da un poco de lástima dejar la arquitectura, pero la verdad es que mi norte fue siempre la fotografía de la naturaleza. Ahora, el proceso de fotografiar arquitectura fue muy enriquecedor para mí como fotógrafo de la naturaleza: fotografiar una obra de arquitectura o un lugar de la naturaleza es para mí bastante similar, porque en definitiva tanto la obra como el paisaje están afectados por el clima y la luz, sobre los que no tengo control. Entonces el entrenamiento de la fotografía de arquitectura me ha servido mucho para esta otra etapa en la que lo que he intentado hacer es, podríamos decir, el retrato de la naturaleza de Chile.

¿Tu fotografía cambia según el arquitecto para el que trabajas? ¿Hay un diálogo, formal o informal, con el arquitecto sobre cómo quiere él que su edificio se vea o cómo quieres presentarlo tú?

Los arquitectos son tremendamente especiales, cada uno tiene sus particularidades y sus formas de trabajar. No es necesario dar nombres: hay algunos que cuando fotografío están al lado, discutiendo y analizando cada ángulo, cada luz y a mí me encanta esa participación. Y también hay otros que me dejan absolutamente solo frente a la obra y me dicen: “ve tú”. Ese es el estilo de Germán. Cuando uno tiene al arquitecto al lado y puede discutir cada toma, es bastante fácil porque en el fondo lo que haces es editar en el momento. Pero Germán tenía esa otra aproximación de dejarme absolutamente libre. Cada uno tiene su forma de relacionarse con el fotógrafo y ninguno es igual.

¿Hay algún tipo de arquitectura que te guste en particular fotografiar o que encuentres más fotogénica?

Creo que esa arquitectura tan perfecta, pulcra, impecable y pensada hasta en el menor detalle por el arquitecto, está un poco lejos de lo chileno. Los chilenos somos un poco imperfectos, las cosas no siempre están bien terminadas y eso, que a veces se mira como un aspecto negativo de la ejecución de la obra, lo puedes ver de otra manera y quizás pase a ser un valor. Trabajar con Germán me ayudó a apreciar eso, la belleza de las cosas rudas o sin pulir. En eso me interesa mucho lo que hacen Germán, Sebastián Irarrázaval y Cazú Zegers, son arquitecturas que me gusta fotografiar, por dar unos nombres entre tantos. En general me gusta cuando hay buena arquitectura construida con pocos recursos, lo encuentro muy atractivo. En otro espectro, también me gusta mucho el trabajo de Mathias Klotz y el de arquitectos como Maurizio Angelini o Felipe Assadi.

¿Y te interesa el tema de las personas en la foto de arquitectura?

Muchas veces los arquitectos prefieren fotografiar sus obras antes que entre el usuario, porque normalmente modifica muchas cosas. Son pocos los casos en que el usuario está muy de acuerdo con el arquitecto en cómo se habita la casa o en la elección del mobiliario. Fotografiar espacios de arquitectura vacíos, particularmente casas, es un desafío tremendo, sobre todo porque es muy difícil darles escala, pero me resulta más lejana la idea de una fotografía de arquitectura concentrada en mostrar solo «formas de habitar», por decirlo de alguna manera. Aunque últimamente he visto muy buenos trabajos de gente habitando la arquitectura, y me parece absolutamente lógico. Existe una larga tradición interesada en dejar las cosas más pulcras, donde la fotografía era solo de arquitectura y apenas aparecían algunas personas para dar la sensación de una escala. Pero en la medida en que se pueda controlar, la aparición de grupos de personas en actividad me parece que puede aportar a la comprensión de lo que se quiere presentar.

La ciudad también te ha interesado, ¿verdad?

Sí, aunque no es una línea en la que haya trabajado mucho, pero he ido fotografiado Santiago a través de los años. Me interesa en particular la fotografía aérea de las ciudades, la mirada desde arriba. Cómo se ve Chile y cómo nos vemos como habitantes desde el aire es lo que me interesa retratar. Eso también abarca a la naturaleza. En tal sentido, más que su arquitectura, lo que me interesa de la ciudad es cómo se relaciona con su entorno geográfico, cómo se posiciona este conjunto de edificios y de seres humanos en la geografía, y en definitiva en el planeta. Por ejemplo, la ciudad de Punta Arenas, que es efectivamente una punta frente a un llano, el mar. Trato de no olvidarme nunca, incluso en la fotografía de obras, dónde está inserta la obra, cuál es su entorno geográfico, su horizonte, su sistema de referencias espaciales a gran escala. En general las obras que están solitas en un espacio neutro son muy pocas. Contextualizar la obra o la ciudad dentro de una geografía para mí es muy importante. Valdivia o Valparaíso son ciudades insertas en una geografía muy rica y variada. Me gusta mostrar cómo se entrelazan la textura urbana y la textura natural.

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↑ Pilas de leña de Germán Genkowsky, lago Fagnano, Timaukel, Tierra del Fuego. Fotografía de Guy Wenborne.

Extracto de la entrevista realizada a Guy Wenborne en septiembre de 2013 por Alejandro Crispiani.

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Publicado en

ARQ +1 | Germán del Sol / Guy Wenborne
Noviembre 2013

Entrevista realizada por

Alejandro Crispiani. Arquitecto, Universidad Nacional de La Plata, 1984 y Doctor en Historia Intelectual, Universidad Nacional de Quilmes, 2008. Ha realizado estudios de postgrado en Madrid y Barcelona, en el área de Teoría e Historia de la Arquitectura, especializándose en temas de historia relativos a la segunda mitad del siglo XX y a la relación entre arte y disciplinas proyectuales. Su actividad se ha visto reflejada a través de un número significativo de publicaciones y proyectos de investigación realizados en los últimos años en el ámbito latinoamericano; es autor del libro Objetos para transformar el mundo, coeditado en 2010 por la Universidad Nacional de Quilmes, Prometeo y Ediciones arq. Actualmente es profesor de la Escuela de Arquitectura de la pontificia Universidad Católica de Chile y editor en jefe de Ediciones ARQ.

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Se buscó responder a las necesidades a escala del campus a partir de una pieza de escala doméstica que se sumara a la secuencia de casas que constituyen el borde sur de la Escuela de Arquitectura. La forma busca responder a esta búsqueda mediante una operación inicial: liberar el suelo y la cubierta para ofrecer ambas al barrio. De esta manera el programa se desarrolla en un cuerpo de dos plantas que contiene el programa suspendido sobre el plano del suelo. En los extremos del volumen se disponen los espacios que servirán como soporte de la vida más pública: un patio cubierto, protegido de la lluvia y una terraza abierta sobre la Casona y el cerro.

El edificio reconoce y se estructura en los dos sistemas presentes en el lugar: por un lado mantiene el trazado masivo de pircas, muros gruesos y pesantes, que contienen la pendiente y por otra parte, trabaja con la arquitectura aérea, articulada, de pilares y vigas de madera que se encuentra en los espacios tal vez más reconocibles de la Escuela; sus túneles, el refectorio y la capilla. Las pircas se mantienen y guían el recorrido al interior del conjunto; el acceso no es directo sino a través de una sucesión de etapas marcado por las gradas y los giros. La llegada al corazón del campus, sus patios y espacios públicos, se hace así progresiva y veladamente. Estos muros de contención se transforman en sus extremos en los apoyos del volumen liviano que se posa sobre ellos.

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Vista desde calle El Comendador.

El programa se dispone libremente al interior de la trama de pilares y vigas. Los despachos de los profesores se sitúan a todo el largo de la fachada sur sobre la calle en los dos niveles. El ciudadano de a pie percibirá una fachada activa, en movimiento y cambio, las lámparas de los escritorios de los profesores que se encenderán al caer la tarde.

Sumado al orden interior del edificio se disponen dos piezas mayores de uso más público y a las cuales se puede acceder libremente desde el campus sin necesariamente entrar al nuevo edificio sumándose al recorrido de las grandes salas de clases como la capilla y el refectorio.

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Vista nivel de acceso.

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Vista interior.

Estas piezas se sitúan en los extremos del recorrido del edificio; las aulas docentes se disponen enfrentando al nuevo zaguán a nivel de suelo, como un pabellón sobre el jardín y el auditorio con la cafetería se desarrollan en la terraza del tercer nivel creando un nuevo suelo elevado sobre la calle y el barrio, un mirador a la altura de la copa de los árboles.

Un circuito que enlaza y activa los extremos del edificio que se levanta siguiendo el esquema original de la alquería; un volumen lineal que combina la masa de muros gruesos con el entramado de la madera y que si bien se constituye como una pieza nueva se entiende como una prolongación del tejido preexistente que busca preservar.

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Planta nivel -1.

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Corte transversal.

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Fachada Poniente.

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Fachada Norte.

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Ficha técnica

Representante: Gonzalo Claro
Equipo: Pablo Levine, Luis Abengózar, Luis Laliena, Carola Ureta
Asesores: Juan Pablo Vásquez (Sustentabilidad Medioambiental), Alberto Ramírez (Cálculo Estructural)
Ubicación: Campus Lo Contador, Santiago, Chile.
Fecha: Julio, 2013
Texto e imágenes: Autores.

Lecturas recomendadas: intervenciones en Campus Lo Contador

Libro: Lo Contador
Libro: Cecilia Puga | Obras y proyectos
ARQ 36
ARQ 28

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El nuevo edificio considera como una sola unidad el nuevo programa, los nuevos exteriores proyectados y las preexistencias, en especial el Edificio Ex Arte, el cual es extendido hacia el sur por medio de una estructura de acero de 3m x 2m x 3.3m que rodea al edificio, ordena el programa y define los recorridos. De esta manera, se define un nuevo volumen que se plantea como un contrapeso a la última intervención del Campus: el Edificio de Diseño e Instituto de Estudios Urbanos.

La estructura existente se integra a la nueva al remplazar los cerramientos de bloques de hormigón del Edificio Ex Arte por vidrio termopanel de piso a cielo, alineando los aspectos funcionales del bloque, extendiendo su actividad al nuevo perímetro y homologando el funcionamiento climático del edificio.

En el nivel 0 el edificio se ubica sobre un zócalo mayor a su huella, el cual se hace cargo de los desniveles, enmarca el antejardín y se extiende hasta la calle.

Rematando al medio de la fachada sur del bloque, el acceso de peatones por calle El Comendador se hace por el medio del antejardín preexistente, dejando a sus costados dos terrazas –que mantienen las especies arbóreas existentes- destinadas a los programas más públicos del nuevo edificio: la cafetería, la sala de exposiciones y la sala solemne: una galería emula las dimensiones de su símil en la Casona y rodea los recintos en todas sus fachadas

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Vista desde Cerro San Cristóbal.

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Vista desde Edificio de Diseño.

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Vista desde Patio de los Naranjos.

Se accede al Campus por el nuevo edificio, lo que tiene implicancias funcionales y simbólicas: esta simple operación permite que la Sala de Exposiciones enfrente al acceso y que el edificio se active por igual hacia ambos costados, sin hacer distinciones: mientras el jardín hacia el poniente oxigena la actividad mediante la cafetería –que enfrenta al casino-, al oriente el nuevo perímetro permite contar con una zona operativa para el laboratorio de prototipos techada, con acceso vehicular y con una superficie destinada al acopio de materiales.

El nuevo perímetro público –definido por la grilla estructural-, se repite en todos los pisos superiores, permitiendo que el nuevo edificio pueda ser recorrido y apropiado en toda su extensión, conformando terrazas y balcones techados que conectan la edificación preexistente y el nuevo programa. Estos espacios libres, abiertos y de circulación alimentan directamente a todos los programas, evitando pasillos interiores y permiten ser utilizados durante todo el año, en distintos momentos del día: conversar, tomar un café, discutir, almorzar, hacer maquetas o instalar hamacas son sólo algunas.

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Vista nivel de acceso.

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Vista nivel terrazas.

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Vista desde aulas.

El programa nuevo ha sido dispuesto estratégicamente para reforzar ciertos usos existentes en el Edificio Ex Arte y Campus: se prolonga la actividad de los talleres existentes en el segundo piso, mientras que –de acuerdo a la normativa vigente-, se añade un último piso de estructura liviana que contiene las oficinas requeridas por el programa. Este último piso establece una relación visual inédita con la Casona y el patio Los Naranjos. Además, se define un techo terraza con vistas privilegiadas a distintos puntos de la ciudad, al Cerro San Cristóbal y a la Cordillera, capaz de ser apropiado por toda la comunidad de Lo Contador.

Con estas operaciones simples y directas se consolida el eje Norte-Sur del Campus, manteniendo la gran mayoría de los árboles existentes en su posición original, ampliando la escala del edificio hacia el interior de la Facultad al mismo tiempo que establece una densidad adecuada y se reduce su impacto en su cara más urbana –hacia la calle El Comendador-.

Se hacen extensivas todas las bondades del fragmento nuevo hacia la edificación existente –en actividad, apariencia y carácter-, ampliando su calidad espacial, sus necesidades vitales y su capacidad de supervivencia en el tiempo.

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Diagrama de estructura propuesta.

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Vista de conjunto.

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Planta nivel de acceso.

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Corte longitudinal y transversal.

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Ficha técnica

Representante del equipo: Felipe De Ferrari
Equipo: Diego Grass, Marcelo Cox, Osvaldo Larraín, Kim
Courreges
Ubicación: Campus Lo Contador, Santiago, Chile.
Fecha: Julio, 2013
Texto e imágenes: Autores.

Lecturas recomendadas: intervenciones en Campus Lo Contador

Libro: Lo Contador
Libro: Cecilia Puga | Obras y proyectos
ARQ 36
ARQ 28

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El presente anteproyecto está diseñado para dar factibilidad técnica y económica al montaje de un edificio prefabricado de 4 pisos de madera. El diseño permite que cada elemento que de la estructura, tanto los cierres como las terminaciones, lleguen a obra para ser montadas sin necesidad de ejercitar partidas de terminaciones. La modalidad de prefabricación permite ventajas en términos económicos, ya que al ser montada y no construida, el tiempo estimado de montaje podría ser de 180 días, ‘ready to use’.

Asimismo, la liviandad de la madera (390 kg/m³) permite una dinámica fácil de movimientos y traslado de piezas y partes a la obra. Lo más importante a destacar es que por cada tonelada de madera que se utilice en este edificio se habrán fijado 2 Toneladas de CO2 del ambiente, un hecho significativo si se considera que el hormigón del subterráneo de este edificio producirá 2.4 Toneladas de CO² por cada m³ vertido.

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Vista interior.

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Vista desde calle El Comendador.

Las fachadas Nor-Poniente y Sur- Oriente, serán compuestas por 264 casetones octogonales, de carpintería fina, y prefabricados en Chile en madera de Pino Radiata Clear termo tratada (CMPC) con un nivel máximo de humedad del 8%. La madera termo tratada ofrece un color café oscuro natural y un suave aroma ahumado, propio del proceso térmico.

Las fachadas Nor-Oriente y Sur-Poniente están revestidas con un entablado vertical de madera de la especie Larch, Alerce Siberiano, con perfil machihembrado con piezas de 4 metros de largo importado de Europa, también con un excelente comportamiento a la intemperie. El color interior, del horizonte, los cielos es muy cerca del blanco, conformando la luminosidad y continuidad de este espacio.

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Planta nivel de acceso.

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Elevación Nor-Poniente y elevación Oriente.

Las divisiones internas que se ubican en la trama de las vigas de cielos, son de la misma madera, el mismo horizonte, hechos con paneles macizos de 60mm. de espesor. Algunos de estos paneles podrán ser móviles, correderos, mientras que otros serán fijos y eventualmente desmontables. El interior del edificio podrá ser definido como un lugar sereno, acústicamente silencioso por la madera, leve por los tonos cerca de los blancos, cálido y acogedor por ser de madera, a pesar de lo liso y el vacío que provoca la monomaterialidad.

El primer piso está propuesto como la planta del Departamento de Extensión, más accesible desde la escuela y también desde el exterior. Los niveles 2, 3 y 4 corresponden a una planta tipo, donde se ilustran de forma esquemática la conformación de oficinas de profesores y el resto de las aéreas de docencia que requiere el programa. El piso subsuelo, una caja de hormigón armado que permitirá hacer los ruidos necesarios sin alertar los pisos superiores, se propone ubicar por separado el auditorio y el espacio para producir prototipos. Este subsuelo se ilumina de forma cenital por una perforación en la losa.

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Ficha técnica

Representante: Alberto Mozó
Equipo: Felipe Arlegui, Cristián Cancino, Josefina Guiloff, Freddy Lagos, Andrea Muñoz, Guillermo Olivares, Francisco Osorio, Camilo Peña
Ubicación: Campus Lo Contador, Santiago, Chile.
Fecha: Julio, 2013
Texto e imágenes: Autores.

Lecturas recomendadas: intervenciones en Campus Lo Contador

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